Una de ellas está centrada en la problemática de la atención.
Nuestros alumnos parecen perderla fácilmente...
Dice Velilla que es evidente que la reciente (y muy creciente) digitalización de la mayoría de los procesos comunicativos que se realizan en las sociedades postindustriales provoca un crecimiento exponencial de los datos, que deben ser asimilados, clasificados, comparados, monitorizados… Es una tarea cada vez más árdua que provoca que la atención sea uno de los bienes más escasos de este nuevo paradigma.
El tiempo dedicado conscientemente a una determinada actividad decrece (o aparecen días de 36 horas). Es decir, el tiempo se convierte en el recurso más escaso, más cuando el coste de elaborar y de distribuir el contenido digital tiende a cero según asegura Chris Anderson en un libro Gratis (habla para ello de subsidios cruzados directos, mercados trilaterales, freemium e, incluso, mercados no monetarios).
Pero aparece un nuevo coste: la falta de atención. Si hasta hace unos años, con audiencias monoplataforma y cautivas, era posible gestionar audiencias cautivas, hoy la promiscuidad es una constante. Atraer la atención de las audiencias, cautivar su confianza, generar interés continuado y convencer es la estrategia adecuada.
Ante este panorama podemos preguntarnos cómo generamos la competencia necesaria para que nuestros alumnos gestionen la información que reciben y la que queremos que reciban para su aprendizaje.